SAN GIMIGNANO.

San Gimignano es parada obligatoria en cualquier visita a la Toscana.

Imaginad, tras zamparnos la enesima pizza en una terraza en medio del campo toscano, llegamos a mediodia a este precioso pueblo medieval, cae un sol de injusticia y buscando un poco de sombra, descubrimos por casualidad la iglesia de Sant´Agostino. Al asomarnos ademas del frescor, nos llegan las notas de una orquesta de camara acompañada de un coro de voces blancas de un colegio ingles. Nos sentamos extasiados y mientras escuchamos, descubro que las pinturas que a mi lado cuentan la vida del santo son de Benozzo Gozzoli, uno de mis pintores favoritos. Lo sigiente hubiera sido que nos hubieramos quedado a la segunda parte del concierto en que se iba a interpretar el Requiem de Faure. No fue posible, pero en esos momentos se puede rayar la felicidad. Doy fe.