Nuestro unico, pero intimo contacto con el mundo de la colombofilia, llego a nuestra casa al poco tiempo de trasladarnos a vivir a este barrio. Ocurrio una apacible tarde de fin de semana en que dormitabamos frente al televisor cuando extraños y persistentes ruidos llegaron hasta nosotros del otro lado de la casa. Sobresaltados nos levantamos y nos dirigimos hacia el dormitorio y al entrar... Un mundo de color y fantasia se habia adueñado de la estancia como en un sueño. Mi marido que aparte de mas decicido, entendio enseguida de que iba la invasión, busco entre el barullo, a la causante de tremendo estropicio, una palomita un tanto casquivana que llevaba a toda su corte a nuestro lecho. La distinguió por una pluma blanca que lucía en su cola (su función es que se le pueda identificar a distancia en todo momento), lo siguiente fue un caos, Josep acosado por una veintena de machos en celo intentando pillarse a todo lo que se movía, yo gritandole que aguantara el envite mientras buscaba la camara, y ésta, alli, sin una gota de bateria. Al fin, mi marido saco a la palomita por la misma ventana que había entrado y por alli la siguieron todos. Y nos quedamos nosotros, muertos de risa, y sabiendo que a quien se lo contaramos no nos iba a creer. |
Jajajaja, total, una historia genial. Y las fotos espléndidas, como siempre.
ResponderEliminarGracias, Sol, es totalmente cierta. Un beso.
EliminarAy el amor...
ResponderEliminarEstas sin los paisanos me gustan todavía mas.
Un saludo
Ja, ja, estoy de acuerdo, saludos.
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